lunes, 4 de julio de 2011

CORPUS TEORÉTICO EDUCATIVO IMBRICADO EN LAS COMPETENCIAS DEL DOCENTE PARA EL MANEJO DE LAS CONDUCTAS DISRUPTIVAS EN EL MARCO DE LA TRANSDISCIPLINARIED

La sociedad contemporánea, signada por constantes y dinámicos cambios, se aboca a la necesidad de prestar atención a la formación profesional pedagógica; pues el docente constituye un importante agente socializador, que a través de su labor ejerce una influencia significativa en la educación de los ciudadanos, expresada en su capacidad para vivir y convivir en armonía con sus congéneres. En consonancia con las ideas predominantes, se considera que la formación del profesional de la educación es permanente. No obstante, aún no se logra abordar el diseño de la formación inicial de modo tal que propicie una preparación profesional y un crecimiento personal que resulten congruentes para evitar las disonancias que se constatan entre la actuación y el discurso, muchas veces más adelantado y progresista que la primera.

La idea anterior presupone la comprensión de la formación en competencias del docente como el proceso pedagógico que debe conjugar las influencias que ejerce, para el manejo de las conductas disruptivas. Desde la posición que se sostiene, la formación del docente debe sobredimensionar a la atención a los aspectos para asumir las tareas inherentes al ejercicio de la profesión y los modos de actuación frente a los comportamientos violentos, en el contexto escolar.

Asimismo, es necesario que el docente se dé cuenta del impacto que debe producir dicha formación en la configuración de la personalidad del estudiante al atender su proyección social, en tanto persona que vive en constante interacción con sus semejantes y debe exhibir comportamientos que sirvan de modelo para sus educandos. En la dirección apuntada; es necesario propiciar una preparación de habilitación para asumir la dirección de las actividades docentes en la escuela, de forma responsable, lo que implica pertrechar con los recursos pedagógicos que proporciona una adecuada formación psicopedagógica y sociológica, elevar la cultura general integral, y potenciar la autodisciplina y el desarrollo de hábitos para el estudio y el autoaprendizaje, lo que se constituye en preámbulo del ulterior desempeño estudiantil. El carácter procesal de la formación inicial posibilita que adquiera nuevas características y abarque esferas más amplias. Tal es el caso de la prevención, uno de cuyos contenidos es lo relativo a la mitigación de la conducta disruptiva. Pero no es probable que pueda realizarse una labor efectiva en la profilaxis de las conductas disruptivas si no se poseen las cualidades de la personalidad y los recursos teóricos y prácticos necesarios para alcanzar el éxito en dicho empeño, al actuar en contextos específicos.

La idea anterior se reafirma con la definición de la esencia del hombre como el conjunto de las relaciones sociales, lo que permite comprender que los seres humanos llegan a ser, solo es posible en el contexto de la interacción social. La aproximación a los fundamentos filosóficos de la prevención de la conductas disruptivas escolar continúan urgidos de argumentos más sólidos y coherentes; que deben buscarse a partir de la Teoría del Conocimiento, la cual esclarece la vía esencial de la contemplación viva al pensamiento abstracto. Las relaciones históricas concretas que establecen las personas entre sí y con los objetos descansan en el ininterrumpido proceso de desarrollo individual que está potenciado por el sistema de influencias educativas a las que son sometidas y que se expresa como una unidad dialéctica entre la objetivación y la subjetivación de los contenidos sociales, cuyo resultado es la formación de la personalidad; así como; su consiguiente manifestación y desarrollo a través de la actividad y la comunicación.

La persona deviene ser social a través de un complejo proceso de socialización en el que la escuela como agencia socializadora debe desempeñar un importante papel, para cuya instrumentación ha de estructurar el camino que se inicia con la identificación de la las conductas disruptivas, continúa con la orientación educativa y permita la prevención en una interrelación que no solamente transforme los daños existentes, sino que evite el agravamiento de los ya establecidos y la aparición de otros nuevos. La condición de fenómeno social, que caracteriza a la educación, no es una simple declaración de principios.

Debe asumirse como la premisa que permite comprender su contribución a la socialización del individuo, que se materializa mediante la actividad profesional del docente, como sujeto activo y dinámico que tiene el encargo social de educar a las nuevas generaciones y para ello necesita producir en sí mismo las modificaciones que pretende inducir en sus educandos. Insistir en las ideas relativas a la educación en su vínculo con la prevención de la conductas disruptivas escolar es indispensable, no solo desde la clarificación de la esencia educable del hombre, sin la cual no tendría sentido mencionar siquiera la intención de inculcarle determinados contenidos; sino también, y de manera enfática, porque permite concebirla como un proceso de organización y de dirección planificado, orientado a la consecución de fines previamente determinados; es decir, en su esencia pedagógica, con carácter procesal y susceptible de modelación.